Subscríbete a mi blog:

domingo, 14 de septiembre de 2008

Con el corazón en la mano...

Los que me conocen, saben que mi vida zarandea alrededor de la iglesia (algunos pensarán que es por obligación, por osmosis heredada, o los que si me conocen, por pasión). En estas últimas semanas he estado explorando una nueva área de mis dotes musicales como directora de coro. Creo que no sabía en lo que me estaba metiendo. Realmente los «planes» eran que yo sería la ayudante del director asignado, el pastor metodista Rvdo. Carlos Noel Vélez, que nos ayudaría
a organizarnos y yo sería su asistente. Por agenda previa, el Rvdo. Vélez debía partir a Puerto Rico por 2 semanas, tiempo crucial pues teníamos sólo 4 semanas para prepararnos. ¿Para qué, preguntáis? Para la tan esperada inauguración/dedicación del nuevo templo de nuestra amada iglesia. Pues, por jugarretas de los planes de Dios, terminé siendo la directora oficial de dicho coro. Debo confesarles que aunque me resistí por temor a no sentirme capacitada, ¡fue una experiencia increíble!

Llegó el domingo, día de nuestra participación. Estabamos todos vestidos de negro con acentos turquesas y azules entre los pañuelos y corbatas. Parecíamos profesionales, expertos en la materia, listos para enfrentar la tarea del día: CANTAR ARMONIOSAMENTE EN 4 VOCES. Y ¿yo? Admito estaba media muerta del susto, era mi primera vez en dicha aventura. No es lo mismo esconderme detrás de mi guitarra que dirigir un grupo de 20, que aunque están preparados, dependen de mi «sabia» dirección. Yo pensaba: «¡Ilusos, no saben lo que hacen! Confiar en esta ignorante.» Me sentía como Moisés frente al Mar Rojo cuando estaba a punto de levantar su bastón. Me imagino que habrá pensado lo mismo que yo en esos momentos: «¿qué rayos estoy haciendo?» Ya no había vuelta atrás. (Todos suspiramos a la vez y comenzó la primera nota)

Cuando me di cuenta ya habíamos cantado el segundo himno y me vi con el corazón en la mano. Fue una experiencia que trascendió mi cuerpo y sentí como si estuviera observando desde arriba. ¡Qué orgullo, por Dios! En ese momento me di cuenta que todo el esfuerzo no había sido en vano porque cada movimiento, cada nota, cada armonía fueron dedicados a Dios y he ahí la gran diferencia.


Quedé tan emocionada que se me hizo difícil comenzar a cantar mi solo pero poco a poco me compuse y lo logré. Gracias, hermoso coro, gente linda, por sacrificar sus agendas, por soportarme a mi y mis locuras e incoherencias y por apoyarme en los momentos en que mi salud no pudo seguir el rítmo de mi entusiasmo. Espero que yo haya sido de inspiración para ustedes tanto como ustedes lo fueron para mi. Y que el compromiso sea con Dios y su iglesia.

No hay comentarios.: