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jueves, 19 de febrero de 2009

Visita al dentista brasileiro...

Por más que aguanté el dolor, mi cuerpo no resistió más y tuve que implorar por un dentista urgentemente. Fue así que llegué al despacho del dentista brasileiro. Estaba muerta del susto pensando que me masacraría mi boca y terminaría con mi diente peor de lo que estaba. Me atendió un doctor que hasta el día de hoy (mi segunda cita en su consultorio) no sé su nombre. Cuando conocí al doctor me pareció estar conociendo a Robin Williams en la película o Nine Months o Patch Adams. Un hombre eléctrico, rápido, super gracioso... Me senté en la silla con una tensión en mis hombros que me ha durado hasta el día de hoy. Estaba rogándole a Dios que tuviera piedad de mi y que pasara de mí esta copa. En menos de 5 minutos el hombre me había diagnosticado y sacado una placa de rayos X de mi diente maltratado. «Necesitas un canal, menina.» ¡Ay, Dios, ten piedad! Sólo pude decir: «Ok...» cuando ya tenía la aguja de la anestesia en sus manos, y en menos de 40 minutos me había hecho el canal y una limpieza dental general. (Igualito que en los Estados Unidos, pensé.) Al terminar me dijo, «el jueves a las 4pm regresas.» No fue una sugerencia, fue una ORDEN. Y aquí estoy otra vez, escribiéndoles desde la sala de espera del consultorio del dentista porque Dios no es tan cruel y me proveyó internet mientras me deleita los oídos con los magníficos sonidos del taladro dental y los demás ruidos metálicos contra las dentaduras de sus otras víctimas, disculpen, otros pacientes...

Tchau, gente...

Una Boricua adolorida en Brasil

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