y una compañera de apartamento, Hélyda (la conocí en la iglesia y me cayó súper bien y qué sorpresa saber que se mudaría conmigo).
Apesar de estas alegrías, ya me he resignado al hecho de no tener internet en el apartamento, y hasta me he acostumbrado. Pero no me van a creer que lo inesperado llegó cuando menos pensaba.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡TENGO LAVADORA DE ROPAS!!!!!!!!!!!
Si, señoras y señores... No tengo que lavar mi ropa como mis tataratatarabuelos nunca más... Grité tan fuerte que Hélyda, quien venía detrás de mi pensó que había encontrado un muerto en medio de la sala. No pueden imaginar lo preciado que es una lavadora de ropas hasta que no tengan una, realmente, gente.Nuevamente, Dios me recuerda que no se olvida de sus hijos e hijas y que siempre tiene sorpresas que son mejores que nuestras expectativas.
Beijos....
Tchau, gente!
Una Boricua en Brasil
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